martes, 22 de septiembre de 2009

Lo que me gusta

Me encantan las listas, tengo un afán por hacerlas que por momentos se torna obsesivo, por lo cual notifico a mis lectores inexistentes, que es muy posible que encuentren en este blog varias listas de diversas cosas. Hoy haré una lista (que seguramente será la primera parte de más por venir sobre el mismo asunto) de cosas que me gustan. Cosas que me llenan, me emocionan de sólo pensarlas y me pintan una sonrisa.

1. El Principito (en todas sus modalidades, léase llaveros, estampitas, ediciones diferentes, idiomas). Amo a El Principito.
2. Los pasteles de chocolate. Mmm.
3. El olor que se desprende de las páginas centrales de un libro nuevo.
4. Café. Y si es matutino, mejor.
5. Las flores. Amo las flores. El Mercado de Jamaica en DF es uno de mis lugares favoritos en el mundo.
6. NYC.
7. Los días con cielo muy azul, soleados y con mucho frío. Mis favoritos también.
8. Las mujeres cantando jazz: Ella Fitzgerald, Lisa Ekdahl, Billie Holiday, Norah Jones, Shirley Horn, Nina Simone...aunque Louis Armstrong también me pone inmediatamente de buenas.
9. Desayunos completos en domingo. Jugo, café, pan dulce, chilaquiles, o algo así. Y con el periódico.
10. Iba a poner zapatos nuevos, pero prefiero a Woody Allen.

Mi boleto para viajar a veces sale tan barato como darle play:

jueves, 17 de septiembre de 2009

Viajando ligera (nooot...)

Una vez más estoy empacando y me doy cuenta que soy una perfecta inútil en el arte de viajar ligera. Llámenme precavida (jaja, si me tienen cariño) o exagerada (sin son realistas), pero de verdad no puedo, no puedo llevar un sólo par de zapatos para diez días. Ni dos. ¿Y si llueve? (eso es un hecho), ¿y si un día hace calor y yo con pura manga larga? ¿y los suéteres? Y si a eso le sumamos los encargos que ciertas personas cercanas a mi (mi hermana, por ejemplo) me hacen... pues imposible. La única vez que logré ser un as en eso del viaje ligero fue en un viaje a Europa en donde iba a viajar dentro del continente. Y además (bonus points) era invierno, lo cual hace que automáticamente el tamaño de la ropa se duplique. Pero me doblegué ante la vanidad y salí en las fotos con los tres outfits que cargué. ¡¡Esooo!! y no estaban nada mal, hasta eso. Lo único es que si la gente ve mis fotos, piensa que me mandé a hacer un ciclorama o fondo con las imágenes de Berlín, Roma, Praga y yo nada más las cambiaba, porque en todas salgo con la misma ropa, jaja.... pero eso sí, viajé ligera, ¿no?

Seguiré empacando pues, sin mucha esperanza de poder lograrlo. Bon voyage... ya me reportaré, aunque no haya nadie que lea esto.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

De pirotecnia y cosas peores...

Ayer 15 de septiembre me preparé mentalmente para un concierto de cuetes a partir de las 11 pm. No sé si será que el amor a la patria está frío frío, y la relación pueblo-gobierno pasa por una mala racha (creo que nos urge terapia de pareja), pero anoche no tronaron tantos cuetes como en otros años. También creo que la onda cuetera va un poco de acuerdo al código postal. Antes yo vivía en otro municipio que, evidentemente, sí le entraba a la pólvora con singular alegría (y no vieran el 12 de diciembre cómo se ponía la cosa). Pero me mudé hace 9 meses y por tanto, es mi primera fiesta patria en mi nuevo domicilio y al parecer a los habitantes de este barrio, eso del cueterío, pues como que no se les da.

Cuando yo era una adolescente sin más asunto, en casa de mis papás ayudaba una chica cuyos padres decidieron castigar eternamente bautizándola como Senorina. Sí, se la pasaron a prolongar, pero bueno, así se llamaba, y lo peor era que ni modo de decirle "Seno" o peor aún "Rina" como la jorobada de la novela, así que Senorina a secas se quedó.  Era muy joven, su edad estaba entre la de mi hermana y la mía, así que debía tener cerca de 15 años (ahora que lo pienso, de milagro no acusaron a mis papás de abuso de menores, ¡qué bárbaros!). Era una actriz en potencia, a veces hablaba como en un diálogo de una novela y le imprimía mucho dramatismo siempre a sus respuestas (a mi me daba mucha risa).
Bueno, el tema es que estaba Senorina recogiendo la cocina, cuando tocaron a la puerta. Era Carlos, mi vecino "de toda la vida" que venía a pedir un favor; a la salida de la escuela había comprado una paloma del tamaño de un sartén (en verdad, no exagero, era un pinche palomón tamaño ballena) y si su mamá, nerviosa natural, la veía, iba a terminar muy mal la cosa. Me pidió que se la guardara muy bien, porque la iba a tronar el 15 de septiembre en la noche. Se fue sin antes advertirme veinte veces que NO se me ocurriera prender el dichoso cuetón, cosa que, por supuesto, a mi no me interesaba en lo absoluto. Dejé el palomón sobre la mesa del comedor y me fuí a mi cuarto a hacer eso que me sale taaaan bien: echar la hueva (cuando todavía se podía). En esas estaba, oyendo un casette, cuando de pronto escuché a Senorina gritar como si la estuvieran desmembrando. Cuando abrí la puerta de mi cuarto, pasó Senorina como un demonio junto a mi y se escondió en la recámara de mi hermana, mientras gritaba: ¡¡Diosito perdónameeeee, no me quiero ir al infiernooooo!!, ¿Por qué yo, por qué yoooo?" Detrás de ella venía mi hermana con una cara de susto y estaba yo a punto de preguntarle: ¿qué pasa? cuando se oyó: BOOOOOM y se hizo un silencio tremendo. Senorina estaba debajo de la cama de mi hermana metida llorando, preguntando si había explotado la casa, mi hermana se reía nerviosa y yo no sabía ni qué había pasado. En menos de cinco minutos llegó Carlos indignadísimo. Más tarde se develó el misterio. Mi hermana, apenas vio la paloma, la tomó, se metió a la cocina y empezó a asustar a Senorina, diciéndole que la iba a prender. La pasó por la estufa en broma (eso decía ella...) hasta que en una de esas, la larga mecha cogió fuego (como dicen los cubanos) y a mi hermana lo único que se le ocurrió fue tirarla bajo la estufa (brillante, qué digo brillante... ¡extraordinario! not...) En menos de cinco minutos, Carlos estaba como loco tocando la puerta, indignadísimo conmigo por haber tronado su palomón, pues por supuesto que escuchó la explosión hasta su casa.  Nos tardamos una hora en recoger todos los miles de pedazos de papel periódico tirados en la cocina y otra más en desatorar a Senorina de abajo de la cama de mi hermana. No tengo idea cómo se metió, porque la muchacha no era de petacas discretas (esas fueron precisamente las que se gancharon con los clavos de abajo del box). Al final, ni mi mamá ni la mamá nerviosa del vecino se dieron cuenta porque cuando regresaron, todo estaba como si nada. Nunca se supo la historia, Senorina le aplicó la ley del hielo a mi hermana por una semana entera y yo aprendí que mi carnala no era muy digna de confianza, especialmente con los bienes ajenos. 

lunes, 14 de septiembre de 2009

El problema de la arena

Jim Carrey jamás ha estado entre mis actores favoritos. Creo que en ese sentido, hasta poco respeto le guardo. Tantas caras y gesticulaciones terminan por desesperarme. Y no hablemos de los papeles de estúpido que siempre elige. Pero -como en todo- hay una gran excepción. La vida le dio la oportunidad de reivindicarse conmigo en una película. Una película que está entre mis cinco favoritas y creo que lo estará para siempre, acompañada de una banda sonora extraordinaria, imágenes inolvidables y una historia fantástica. Por su culpa quise conocer Montauk y me interesé más en el trabajo de Charlie Kauffman. Una de mis citas favoritas de la película, y a la cual hace alusión el título de esta entrada es ésta, precisamente: "Sand is overrated. It's just tiny, little rocks."

Beck es mi ídolo. Nadie pensaría que esa potente voz encaja con ese cuerpecillo flaco y ese rubio indefenso. Disfruten.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Circo, maroma y teatro

Anoche fuímos a cenar a casa de unos buenos amigos. Ambos trabajaban (él sigue ahí, ella ya no)  en una compañía dedicada a producir espectáculos y durante cerca de cinco años estuvieron viajando por todo el país produciendo un circo. Sí, un circo, con mago, bailarinas, payaso, contorsionistas y todo el numerito. Anoche estaba en la reunión "El Chato", un personaje de 50 años que tiene ocho años trabajando en dicho circo, mismo que ahora está localizado en Venezuela y viajará los próximos ocho años por toda Sudamérica.  Nuestros amigos ya nos habían contado en alguna ocasión anécdotas casi increíbles del circo. Verdaderamente es un micro universo ahí adentro, en donde hay de todo: el líder, la conflictiva, el loco, los gays, el alcohólico, el golpeador machín... en fin, de todo. El circo tiene escuela para los niños que llegan o bien nacen ahí dentro, y campers para las familias. Los solteros viven en hoteles. El hecho de que cargues tu vida en ocho maletas, sin mayores apegos materiales más allá de lo que llevas contigo, me parece increíble, casi admirable. Gran parte de nosotros pasamos nuestra vida acumulando cosas materiales que: a) no usamos, b) ni recordamos que tenemos, c) no queremos, d) todas las anteriores. Y esta gente, que por elección ha decidido vivir así, no tiene casa, ni auto, ni artículos innecesarios. No se preocupa por pagar el recibo de la luz, o del gas, ni hace planes para ir a cenar con los cuates un jueves por la noche. El Chato, oriundo de Matamoros, tiene ahí una ex-esposa e hijos, y hace años, primero por necesidad y -supongo- después por gusto, eligió la vida del circo. Ahora tiene una nueva mujer, una bailarina rusa del circo, con quien vive a todo dar, viajan juntos, trabajan en lo mismo (aunque él en la parte administrativa y ella en el escenario) y adoptaron en Guadalajara a un "hijo" un poco peculiar: un hurón. Vida de familia cirquera, me imagino...
Así, y al calor de los whiskies, una cosa llevó a la otra y terminamos hablando del "vagabundismo". Es un tema que a mi siempre me ha llamado la atención e incluso ejerce un poco de fascinación. ¿Qué puede pasarle a alguien para que en cierto momento decida largar todo e irse a vagabundear por las calles? son seres que en apariencia son totalmente libres, sin ataduras sociales de ningún tipo. Sin embargo, me da la impresión que secretamente, deben cargar recuerdos e incluso una que otra culpa. Quiero buscar literatura al respecto, estoy segura debe haber autores que ya hayan explorado ese tema.

Hace años, por azares del destino, conocí a la contadora del espectáculo "Alegria" del Cirque du Soleil, una mujer holandesa de treintaytantos. Al calor de la plática, le pregunté: bueno, ¿y dónde tienes tu casa? y me vio con cierta extrañeza y me dijo: en donde esté el circo presentándose. Y yo, un poco necia, insistí: sí, cuando estás trabajando, pero cuando no, ¿dónde vives? y me dijo: yo no tengo casa, mi casa es el circo. Y cuando termina la temporada, me voy a viajar un par de meses, hasta que arranca la siguiente temporada. Así de simple, así de fácil, así de complicado de entender.

A veces se nos olvida que allá afuera hay miles de vidas distintas, formas de pensar y de ser. Nunca es tarde para elegir ser otro, para cambiar lo que no nos gusta, aunque de eso a que sea fácil, hay una enooorme distancia.

A propósito de...

sábado, 12 de septiembre de 2009

Ya llegué

Éste es el tercer intento que hago por mantener un blog digno. Los otros dos terminaron añejándose en el misterioso lugar que es la red o la "blogósfera". No intento nada, no voy a evangelizar (¡¡Dios me libre!!) ni a politizar, mucho menos a convencer. Lo único que quiero, básicamente, es hacer lo que me de la gana con mi blog. Le he dado varias vueltas a lo que iba a publicar en este mi primer post. Carezco de la ocurrencia de algunos amigos con cuyos blogs he literalmente llorado de la risa, y por supuesto de la sapiencia de otros tantos que hablan de teorías y exponen amplios conocimientos musicales, literatos o científicos. En fin, aquí estoy, me auto doy la bienvenida y declaro formalmente inaugurados los trabajos de este blog con esta bonita melodía que tanto me gusta y a la que tanto le agradezco/debo. ¡Aplausos!