El título de este post me lo robo, o más bien se lo tomo prestado a una canción de Calamaro. Hoy que acá festejamos-celebramos-recordamos a los muertos, me he pasado el día (en realidad desde ayer empecé) acordándome de los que ya se fueron. Como todos, yo también tengo mi lista de muertitos, unos más viejos, otros extraordinariamente jóvenes y a los que nunca vamos a dejar de extrañar porque no hay lógica que nos haga entender su partida.
Me parece que la primera vez que sentí a la huesuda caminando cerca fue cuando se murío mi abuela materna. Ya no era tan chica, pero realmente antes de eso no había sentido el rigor durísimo de despedir a alguien. Los velorios nunca me han gustado, y aunque dicen que emocional y psicológicamente son muy útiles porque le ayudan a los "deudos" (no me gusta esta palabra) a despedirse y darle cierre al asunto (
closure como dicen los vecinos del Norte), la neta son espantosos. Al menos ahora en muchas funerarias ya no permiten a la familia quedarse por la noche y cierran el changarro. Menos mal, porque además de la pena que se sufre porque se murió la Tita Jovita (¡¡de 106 años!!) hay que estar ahí toda la noche aguantando a los tíos pedotes contando chistes y a las comadres de Doña Jovita que lloran y lloran.
En fin, me desvié. El asunto es que en estos días, con los altares, que me parecen tan preciosos, las flores y el pan de muerto, me da por acordarme de todos, pero de unos más que de otros. En especial, como cada año, como cada junio, como cada enero, me acuerdo de Amando. Un hermano por elección que tuve, una persona que nunca irradió más que alegría. A mi me caga esa onda de: te mando luz, y mucha luz y fuerza y todo eso, me parece bullshit, pero juro que en verdad, nunca he conocido a nadie que hubiese tenido esa luz, real, casi tangible. Esa sonrisa extraordinaria, a pesar de todo lo malo, verdaderamente terrible, que le sucedió en los últimos años de su vida; ese buen humor que, me consta, nunca se mermó.
Amando tenía un Datsun como del 70 en el cual navegamos las calles de esta ciudad, escuchando a todo volumen Héroes del Silencio, The Doors, Zeppelin. Él me llevó a escalar por primera vez en la Huasteca, me llevó a rapelear, a recorrer pozas y fue también quien me cargó, ayudó y animó cuando me accidenté. Yo fuí la primera persona a quien le dijo que iba a ser papá, mientras nos comíamos como una docena de donas de Dunkin Donuts, mismas que casi se me atoran de la impresión que me llevé. Por eso no pude verlo cuando ya estaba inconsciente sin reconocer a nadie. No pude ir a despedirme, porque no quería tener esa imagen de él. Creo que fue en parte eso y en parte cobardía de no poder enfrentar la realidad. Aún hoy, tantos años después, sigo soñando con él y sigo pensando que está en una de sus múltiples aventuras (como cuando se fue a Escocia) y que cualquier día de estos, lo toparé manejando su Datsun color crema a toda velocidad.

Para él, para el Mapa, para Rodrigo, Iñaki, Matilde, Lorenzo y todos los demás que están en mi lista, los que siempre serán "los chicos" porque vivirán para siempre, un altar con muchas flores de cempasúchil, éste y todos los noviembres.
pd. Si alguien los ve pronto, dénle un abrazo muy largo, a mis amigos que se fueron primero...