Dulces recuerdos #12

06 de enero de 2000. Estoy acostada en la arena, en una isla en el Pacífico. A mi lado esta mi amiga C., compañera de éste y muchos otros viajes. Nos dejamos besar por el sol, mientras nos movemos muy sutilmente al ritmo de la encantadora y bien conocida música que emana de una pequeña choza, proveedora de cerveza, platanitos fritos y cigarrillos. En la isla no hay autos, sólo bicicletas, y sus casitas están pintadas de colores muy vivos. Contrastan el rojo con el amarillo y el azul, todas en madera, rústicas, pintorescas y absolutamente adorables. Para llegar aquí hay que dejar el auto en la orilla y tomar una panga que te transporta hacia la otra orilla, donde no se escuchan motores ni claxons. Donde no hay semáforos y las únicas ruedas son las de las bicicletas que cruzan el pueblo. Mi mirada se posa en un hotel en lo alto de un risco llamado "La Luna". Después veo un palafito que se convierte en un emblema del lugar. Me dispongo a ser feliz y a disfrutar cuanto más se pueda.

Una vez en posición horizontal sobre la arena, sólo levanto la cabeza ocasionalmente para comprobar que el mar sigue ahi. De cuando en cuando algunos surfistas de la zona* cruzan por nuestro spot y nos saludan mientras cargan sus tablas y se adentran en el mar. No hay nada más qué pedir. Absolutamente nada. Es posiblemente uno de los recuerdos más encantadores y felices que tengo de mi adultez. La isla: Isla Grande. El país: Panamá. Las fotos, del archivo personal. El músico, aquí con ustedes...

N.d.E. "La zona" es como se le conoce al barrio donde solamente vivían norteamericanos (durante la ocupación gringa) y estaban las bases militares. Los gringos de la zona son los norteamericanos que nacieron en Panamá (aunque dentro de -la zona-) y por decisión propia eligieron permanecer en el país, como ese surfista inolvidable que tenía tatuadas las dos banderas entrelazadas.